sábado, 8 de noviembre de 2008

EPÍLOGO

En vida, alguna vez le pregunté: "Habiendo tanta gente en el mundo, por qué te metiste conmigo?"... y me contestó: "Porque te amaba y sabía que tú amabas a Dios"... así de escueto...

Queridos familiares y amigos, quiero terminar esta parte diciéndoles algo para que me entiendan, pues hay gente que piensa que, transcurridos casi tres años; mi actitud en el fondo solo busca conmiseración o que soy tan débil de espíritu que no me puedo reponer. Pero mi alma sabe algo que sucedió al inicio del matrimonio: cuando ella estaba en algún problema, no lo exteriorizaba, pero como yo ya la conocía buscaba el momento de meditar un poco y me enfocaba hacia lo que yo intuía en ella... al día siguiente, mientras yo estaba ocupado, venía por detrás y abrazándome por el cuello me decía: "Gracias José Luis por entenderme"... Poder hacer eso en el momento justo, con un ser como ella, era para mi sentir que yo tenía también algo de Dios. Tener algo de Él en nosotros significa que, a pesar de nuestros errores, poseemos la sensibilidad de valorar a nuestra pareja por encima, también, de sus propios errores. Cuando se logra esto y; en medio del trajín, los problemas cotidianos, enfermedades, etc.; la relación va madurando día a día... entonces llegamos a compenetrarnos tanto con el ser amado que formamos una sola carne. Esto está en la Biblia hace más de dos mil años... pero yo antes no leía la Biblia y tampoco ahora soy un fanático de hacerlo... pero queridos amigos míos... no necesito saber eso para sentir que me han arrancado el alma... cómo no voy a sentirme así luego de, prácticamente, tres años... Santo Dios, no tengo que leer algo para percibir que he perdido una parte de mi cuerpo y de mi vida...

Quizá me entiendan si les digo que, por lo que he visto en mi familia y entre mis amigos, el matrimonio es como el sorteo de una lotería : Te sacas el premio mayor, el premio consuelo... o no te sacas nada y encima te asaltan... Yo nunca tuve suerte ni en los sorteos, ni en el juego… y si logré algo en los negocios fue puro esfuerzo, pero nada de suerte... Y siempre tuve clara una cosa: Debido a lo mucho que sufrí en mi niñez cuando murió mi padre, la conflictiva relación con mi madre y mis dos padres políticos; tuve muchos problemas emocionales que me acompañaron hasta mi adultez... pero jamás le eché la culpa a Dios y, con el perdón de Él, siento que su misericordia y su amor llegaron a mí, en el momento justo, a través de ese bendito portento de mujer que fue parte importante de mi existencia y mi felicidad... Dios me otorgó EL PREMIO MAYOR... y eso tiene un epílogo, que será el único bálsamo para tranquilizar y pacificar el alma: LA REDENCIÓN.

1 comentario:

FANNY JEM WONG M dijo...

LA FE MUEVE MONTAÑAS
BESOS
JEM WONG