jueves, 13 de noviembre de 2008

RECURSOS DE UN ESPOSO

Durante los primeros años en mis pininos como esposo, cuando surgía un pequeño desacuerdo con mi pareja (que no hacía absolutamente nada por evidenciar que lo había), me sentía muy incómodo pues yo percibía que ella también lo estaba solo que no lo demostraba...Para mí no había nada peor que eso... es como cuando tenemos picazón en alguna parte y nos rascamos pero resulta que allí no era y entonces seguimos haciéndolo... pero la zona tratada no calma... y tampoco sabemos donde más hacerlo.
Al día siguiente (con el equipaje listo, que ciertamente no supe nunca cómo lo hizo sin que me diera cuenta), me decía: José Luis, voy a visitar a mis padres porque, etc., etc., me llevo a mis hijos; en ese momento no había más la mujer que me consultaba: "Qué hacer con la hormiguita que se había subido a la mesa", cuando ella decidía irse, no había más, yo podía arrancarme los pelos de cólera (en ese tiempo todavía "usaba" pelo...), pero igualito se iba. Ella sabía que cuando
viajaba, dejaba un hueco inmenso en mi vida; pero cuando lo hacía con mis hijos... peor, en aquel tiempo me quedaba huérfano en medio de mi propia familia. Siempre que ella se ausentaba lo
único que me calmaba era escribir, por lo tanto el cariz del poema dependía de las circunstancias: si viajaba por mutuo acuerdo... o si lo hacía a "su manera".
El siguiente poema, fue hecho al día siguiente de una de las partidas "sui géneris", al día siguiente cuando uno ya no tiene la tregua que nos da el sueño, cuando tenemos que hacer lo mismo de cada jornada, pero sin nuestra mitad... y, además, con cólera.


R E P E N T I N O

Un día cualquiera
te fugaste ráudamente
por aquella grieta oscura
de mi vida
que yo no pude
y tú no querías ver.

Congelado el paso
frente al umbral
de lo indeciso...
el instante siguiente
fue ya lejano.

Yo estaba seguro
de verte entrar nuevamente
y sin embargo
algo dentro me dijo
que ya nunca nada,
nada sería igual;
ni mi beso en tu frente
ni la cómplice soledad
del campanario aquel,
ni el súbito estallido
de tu fresca sonrisa,
ni el Príncipe Negro (*)
en tu pelo de miel;
ni el porfiar de las olas
ni el naranjo atardecer,
ni el quejido inquietante
de la gaviota enferma,
tampoco nuestro mirar;
ni la noche en tus ojos,
ni la tibieza en tu vientre...
ni mi forma de amar.

(*) Príncipe Negro: Una variedad de rosa de un hermoso tono rojo oscuro.

1 comentario:

FANNY JEM WONG M dijo...

GRACIAS POR COMPARTIRLO
BESOS
JEM WONG